La antigüedad del parque de vehículos, la proliferación de nuevas formas de transporte, la consolidación de las motos eléctricas, el creciente número de ciudadanos que opta por acudir a un concesionario de motos de segunda mano o rehabilitar su antigua bicicleta, las ayudas y las subvenciones públicas al sector de la automoción… Estas son solo algunas de las variables que ya hemos analizado en el blog con anterioridad. Pero, en esta ocasión, vamos a ahondar en el estudio de los factores que han provocado cambios recientes en los hábitos y las necesidades de movilidad en las grandes ciudades.

Incremento de la rutina diaria de tareas laborales y personales

Cada vez hacemos más cosas por unidad de tiempo. Las nuevas tecnologías han actuado de palanca y la instantaneidad en el acceso a la información ha multiplicado las opciones de acción, convirtiéndonos en elementos más productivos -está por valorar el coste sufrido- de un potencial que estamos cerca de poder determinar. Existen muchas variables que también lo condicionan; la duración de la jornada laboral, el diseño arquitectónico de movilidad en las grandes ciudades -permitiendo cada vez más espacios para la circulación y el aparcamiento de motocicletas, patines o bicicletas…- el modelo de organización familiar, de relaciones interpersonales, de consumo… Pero de lo que no cabe duda es de que si pudiéramos trazar un mapa de movilidades y desplazamientos urbanos que pudiera ser comparado con el de hace 5, 10, 15 o 20 años, veríamos una tendencia indiscutiblemente creciente en el tiempo.

Mayor contaminación y agotamiento de recursos productivos

El modelo económico en el que estamos inmersos requiere de la continua producción y sustitución de distintos tipos de bienes. Las grandes firmas de vehículos y motocicletas reciben cuantiosas ayudas gubernamentales bajo el argumento de su importante contribución al empleo, al PIB, a los ingresos públicos… También arguyen la necesidad de fondos para desarrollar nuevos modelos que sean menos contaminantes y más eficientes. Pero en el otro lado de la balanza nos encontramos con el agotamiento de los recursos o la imposibilidad de continuar generando residuos, emisiones, etc… si en el horizonte del corto plazo se encuentra verdaderamente el deseo y el objetivo sinceros de alcanzar un futuro sostenible desde el punto de vista económico y medioambiental. Por eso, un número cada vez más elevado de ciudadanos dotados de un sentido más cívico y responsable trata de darle la vuelta al sistema realizando su propia contribución a este respecto acudiendo al mercado de scooters usadas, a un taller de reparación y rehabilitación de bicicletas o patines, o, también, aumentando su frecuencia de uso del transporte público para contrarrestar los principales efectos medioambientales que ocasiona el vigente modelo imperante.

Nuevos modelos de consumo y reparto de mercancías

También cabe mencionar este aspecto. La pandemia del COVID incrementó las necesidades de reparto a domicilio de un amplio repertorio de productos: alimenticios, farmacéuticos, textiles… En paralelo, un creciente número de empresas y autónomos irrumpió para satisfacer el explosivo aumento de esta nueva demanda mediante el empleo de todo tipo de elementos de transporte -furgonetas, motocicletas, bicicletas-, e incluso, más recientemente, robots autónomos que, aún en fase experimental, comienzan a realizar el servicio de reparto en determinadas zonas urbanas.