No es difícil asociar la figura típica del emprendedor a la de un “creador de empleo”. Forma parte del imaginario legado por infinitos discursos económicos y políticos apuntando siempre en la misma dirección. Catapultados a la categoría de héroes o demiurgos capacitados para transformar en orden el caos, los emprendedores suelen ser pioneros que generan su propio empleo como vía de escape a la crisis económica, social y laboral.
No es casualidad que Grecia, uno de los países más masacrado por los efectos de la crisis, tenga una de las mayores tasas de autoempleo europeas con un 30% de su población activa trabajando por su propia cuenta (frente al 10-15% que lo hace en Alemania, Francia o España).
Caracterizar por completo el sector del emprendimiento, aunque sólo sea a nivel local -en ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza o Sevilla- es una tarea muy difícil de realizar.
Desde el punto de vista del perfil psicológico y social, el emprendedor es una persona inconformista, optimista, creativa, segura de sí misma, independiente, arriesgada y competitiva.
En cuanto a aspectos socio-demográficos, el emprendedor responde en un 70% al género masculino y tan sólo en un 2% a personas con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años.
Emprender no es una cuestión de juventud. La mayor parte de los autónomos de España se encuentra en la franja que va de los 40 a los 54 años, constituyendo aproximadamente el 45-50% del total.
Pero emprender sí que es una cuestión de ramas de actividad: la gran mayoría de los proyectos emprendedores – en torno al 70%- corresponde al sector servicios.
La evolución mostrada por los sectores más ligados a las nuevas tecnologías así lo corrobora.
Existe una tendencia positiva en la auto-generación de empleo en actividades de programación y consultoría relacionada con la informática, y en actividades de servicios técnicos de arquitectura e ingeniería.
Sin embargo, los datos muestran que un número importante de proyectos empresariales personales también fracasa al transcurrir de 3 a 5 años desde el momento de su creación.
Tal vez sea ésta una consecuencia más de la crisis, o no, pero lo que es seguro es que el futuro de la economía sólo tendrá éxito si se suma no sólo emprendimiento, sino también innovación, financiación, diversificación, tesón e ilusión.