Empecemos primero por conceptualizar ¿qué es el riesgo? Es la probabilidad de que ocurra algo negativo, la posibilidad de que se materialice un daño o un siniestro. Segundo; ¿Qué es la aversión? Es el nivel de rechazo o miedo que mostramos ante un riesgo, es decir, la predisposición a asumir eventos desfavorables que perjudiquen nuestros intereses.
Conclusión; ¿Por qué unas personas presentan niveles de aversión al riesgo tan inferiores o superiores a los del resto? La respuesta nos conduce al terreno de la psicología. No todo el mundo siente el riesgo como algo negativo, de hecho, hay quienes se sienten atraídos por la adopción de decisiones que entrañan riesgos. También hay incluso quienes directamente no los perciben. El personaje de Alicia en el país de las maravillas es un claro ejemplo de ello. Ella cae por una madriguera y encuentra una botella en la que pone ‘Bébeme’ y, sin dudarlo, bebe atraída por la curiosidad. Lo mismo con el pastel que lleva la etiqueta de ‘Cómeme’. Más allá de las mentes más alocadas e impulsivas, cuando una persona decide, por ejemplo, abrir su propio negocio para convertirse en un emprendedor, es importante que conozca cómo gestionar, cubrir, o enfrentarse, en las mejores condiciones posibles, al riesgo.
La aversión al riesgo es un concepto clásico de las teorías económicas que como se ve, se asienta sobre cuestiones de tipo psicológico, pero es importante recordar que también tiene una vertiente jurídica, y es que la cobertura de algunos riesgos es obligatoria por imperativo legal. En consecuencia otro aspecto clave que también entra en juego en todo este asunto es el económico, ya que para cubrir un riesgo una de las mejores formas de hacerlo es asegurarlo mediante una contraprestación dineraria. En este sitio se pueden analizar los distintos costes de los diferentes tipos de seguros existentes. Resulta curioso observar que la vida de una persona sea asegurable, tal y como lo es un coche, una moto o una casa. Pero siempre que se cumplan una serie de requisitos -no producir lucro en el asegurado, que la concreción del riesgo sea fortuita o accidental, que la valoración económica del riesgo sea posible, etc.- no hay impedimento alguno para formalizar cualquier contrato o póliza de seguros que se precie.
Más allá de lo que explican los autores Bautista Penna, R. y Pérez Sisa, F. G. (2021), quienes argumentan que “asumir un riesgo implica ser consciente del mismo”, lo realmente necesario es saber determinar qué cantidad de dinero o prima se está dispuesto a pagar por su reducción. Y es que su eliminación es, obviamente, imposible. Por tal razón, las indemnizaciones son, probablemente, una de las mejores estrategias de reducción de los niveles de aversión al riesgo.