Javier Queipo – Bancomparador

Las economías de libre mercado son aquellas que funcionan apenas sin regulación o intervención de los poderes públicos, en contraprestación de las economías dirigidas o centralizadas donde la actividad económica está dirigida por el Estado de turno.

No obstante existen economías mixtas donde se produce cierta regulación de los mercados, pero a la vez no es el Estado quien acapara todos los factores de producción.

En las economías de libre mercado la teoría dice que los mercados deben funcionar autorregulándose, con arreglo a la ley de la oferta y la demanda, no interviniendo ningún otro factor. Pero la teoría es sólo eso, pues la realidad es que en los mercados hay un elemento fuerte (las grandes empresas) y otro débil (los ciudadanos). Una total desregularización traería consigo situaciones de desequilibrio en el sistema, donde evidentemente, saldrían perjudicados los de siempre, es decir, la clases trabajadoras.

El liberalismo económico propugna la casi nula intervención de los poderes públicos. Sólo acepta que las Administraciones intervengan en pro de un funcionamiento óptimo de la economía, pero no acepta otro tipo de regulaciones, que podrían denominarse “intervenciones no conformes”. Este tipo de modelo económico se desentiende del trasfondo social, es decir, niega que el Estado deba intervenir para proteger al elemento más débil de las economías, los ciudadanos.

Como decíamos, entre medias de los dos modelos extremos existe lo que se denomina Economía social de mercado, una visión mixta que garantizaría el libre mercado, pero a su vez eliminaría los riesgos de que se generasen desequilibrios sociales merced a esa falta de control por parte de los gobiernos.

En el libre mercado pueden producirse situaciones que generen desigualdades o desequilibrios entre los actores intervinientes. Estos desequilibrios son conocidos en economía como fallos del mercado.

El libre mercado no tiene en cuenta el elemento social que debe tener una sociedad moderna. Es decir, debería ser obligación de los gobiernos asegurar el bienestar de los ciudadanos, por encima de cualquier otra cuestión.

Vamos a ver 6 ejemplos de desequilibrios sociales que puede provocar la falta de regulación por parte de las administraciones para asegurar el correcto funcionamiento del mercado:

1- Manipulación de los precios: En teoría, en el libre mercado los precios se fijan a través del equilibrio entre la oferta y la demanda. Sin embargo todos sabemos que en realidad se producen distorsiones. Por ejemplo en determinados sectores oligopolísticos es frecuente que las empresas que forman parte de él acuerden precios por encima del precio de mercado. He aquí un claro ejemplo de desequilibrio social.

2- Falta de acceso a bienes o servicios de primera necesidad: Hay una serie de bienes y servicios que todo Estado debería garantizar a sus ciudadanos (agua, vivienda, electricidad, gas, educación, salud, etc.). La total ausencia de regulación de estos mercados, y la no existencia de alternativas públicas que garanticen estos bienes o servicios, puede suponer que determinados ciudadanos no puedan acceder a ellos.

3- Deterioro del medio ambiente: Si no existe control de las autoridades en los mercados para asegurar el respeto del medio ambiente, el bien común no se estaría protegiendo, y esa es una de las principales funciones de los poderes públicos. Por ejemplo el control de las emisiones de gases, o la prohibición de vertidos.

4- Violación de los derechos de los trabajadores: En el libre mercado que propugna el liberalismo económico, las relaciones entre los trabajadores y los empresarios no deben estar arbitradas por los poderes públicos. Obvian que el empresario está en una posición de privilegio en las negociaciones. Existe, por tanto, un desequilibrio en dicha relación. Los Gobiernos deben intervenir para asegurar que ese desequilibrio sea el menor posible.

5- Violación de los derechos de los animales: Los Gobiernos deben intervenir en aquellos mercados donde se estén produciendo malas prácticas con respecto al trato que reciben los animales. Por ejemplo, animales mal alimentados, en malas condiciones de hacinamiento, etc.

6- Perjuicio de la salud pública: Sin duda alguna, las autoridades deben garantizar la salud de sus ciudadanos. Deben impedir que los productos o servicios que ofrezcan las empresas  perjudiquen la salud pública.

Por tanto el libre mercado, llevado a su punto más extremo, tiene como consecuencia una cierta desigualdad por países, sociedades con grandes desequilibrios y desnaturalizadas, donde sólo un pequeño  grupo de privilegiados se benefician de los bienes públicos, y donde no existe un reparto equitativo de la riqueza.