“Lo natural es el microbio”, como diría uno de los personajes de La Peste, de Albert Camus. “Lo demás, la salud, la integridad, la pureza, si usted quiere, son un resultado de la voluntad, de una voluntad que no debe detenerse nunca”. Porque lo natural es que el presidente de la Mesa del Congreso de España cobre alrededor de 20 veces el Salario Mínimo Interprofesional. O que el BCE no constituya más que un mero instrumento de control de la inflación, sin consideración adicional hacia objetivos de un carácter verdaderamente esencial, como el pleno empleo.

Y así lo natural es que en España cuatro millones de personas quieran y no puedan trabajar, de las cuales más de la mitad computan dentro de la categoría de paro estructural. Lo natural es que Hacienda no seamos todos, dicho por boca de inefables representantes públicos. Lo natural es que en España existan cargos públicos hereditarios, como el de Jefe del Estado, que se transmiten de generación en generación sin ningún otro tipo de requisito alternativo o exigencia adicional. Lo natural es que miembros electos del Congreso hayan empleado su escaño para dedicarse al cobro de dudosas e ingentes comisiones al tiempo que obviaban las que debían ser sus únicas responsabilidades. Lo natural es que la última reforma laboral se probara una alfombra roja de destrucción de empleo masiva o que tanto el PSOE como el PP encontraran en la Constitución el subterfugio ideal para que los intereses de deuda gozaran de prioridad absoluta frente a cualquier otro gasto de consideración vital, como la educación o la sanidad.

Lo natural es que a pesar del evidente desplome de la cotización del barril de petróleo internacional, no haya una sola empresa que traslade dichos descensos a los precios de los carburantes de un modo razonablemente comparable. Lo natural es que la actual brecha salarial existente entre mujeres y hombres no refleje, por supuesto, capacidades personales, sino anticuados tics machistas de un orden totalmente insuperable. Lo natural es que existan multimillonarias compañías energéticas sin tapujo alguno en cortar el suministro eléctrico de aquellas familias  que, sin recursos, terminan total y absolutamente desamparadas. Tan natural como los miles de desahucios practicados por una vergonzante banca que curiosamente sí acabó gozando de una verdaderamente privilegiada -tal  es así que podría decirse que rayó la ilegalidad- segunda oportunidad.

Sí, lo natural puede que sea el microbio, pero la voluntad no debe detenerse nunca.