Apoyar al Partido Popular, improbable, desleal e incluso repugnante desde un punto de vista estético; conformar una alternativa de gobierno, con todos los riesgos, costes y dificultades que ello entraña y supone. Dilema de la mayor complejidad y sin embargo la mejor ración de ensaladilla democrática con la que jamás podría haberse escenificado la necesidad de abordar la solución del actualmente anómalo y desequilibrado funcionamiento institucional.
La cara de Rajoy en el spot de El Intermedio lo decía todo al escuchar de la voz de Ferreras los resultados obtenidos por el conjunto de las formaciones la pasada noche electoral. ¿Cómo? Ni el votante de Podemos podrá comprender jamás la victoria del Partido Popular, ni el votante de esta última formación podrá serenar su estómago ante la idea de un escenario del Congreso compartido por formaciones tan en cierto modo dispares y variopintas.
De momento, lo único claro es el “sí” de Rajoy a formar coalición con Sánchez junto al “no” obtenido en respuesta por parte de este último. Así debe y debería ser, aunque solo sea por garantizar la salud mental de la mayor parte de la sociedad. El electorado del PP votó por la imperiosa necesidad de prolongar la génesis y el recrudecimiento virulento de la desigualdad social. Votó por consolidar unos logros económicos nimios y tardíos, auténtico espejismo y prueba palpable de su papanatismo y susceptibilidad. Por el contrario, el del PSOE negó todo lo anterior con la debida rotundidad, abogando por el rescate no de la banca, sino del estado del bienestar, de manera que ni el electorado del uno ni el electorado del otro expresaron el deseo de una coalición entre ambos partidos. La sociedad no perdona defender una cosa en campaña y abogar por la contraria en la sesión de investidura. Ciudadanos.
Lo cierto es que el escenario es distinto, novedoso y no habrá pocos que clamen por una solución rápida y expeditiva que pase por seguir usando moldes antiguos ante lo desconocido. Por eso no debe olvidarse que lo malo conocido es el fondo del pozo, la desesperanza absoluta, el viaje a ninguna parte, y que constituye por lo tanto una obligación ineludible explorar todas las alternativas posibles. El privilegio de poder representarlas también lo supone; talante, diálogo y disposición a realizar concesiones, sin caer en crispaciones e imposiciones. En el escenario actual, la oportunidad del cambio o pasa inevitablemente por todos o simplemente no pasa. Que pase.
Rotundo. Ya necesitaba la claridad de lo que hay y puede pasar. Lo leía y me hervía la sangre pues necesitaba que alguien me dijera que el rey estaba desnudo. Que pase de una vez pero con las cartas boca arriba.