Interesado desde siempre en la evolución económica y política de Europa, el economista Paul Krugman apuntaba en uno de sus artículos más recientes cuál era en su opinión el motivo por el que las distintas recesiones de los últimos años han encontrado un acomodo cuasi eterno en economías como la de Grecia o España.

“Los actuales líderes convencionales no se atreven a desafiar las prioridades de las élites”.

Véase que en opinión del profesor norteamericano, los arquitectos de la soterrada demolición del sistema de bienestar no habrían sido los funcionarios, los inmigrantes o las clases asalariadas, sino dos núcleos centrales de poder -o tal vez solo uno- perfecta y absolutamente identificados.

De modo que Krugman, y no un extremista o un mero radical, es quien responsabiliza a las élites y las acusa de someter la crisis actual a pena de perpetuidad, al punto que pone de relieve, también, la alarmante insolvencia de los líderes convencionales para imponer democráticamente las prioridades sociales.

Y así, eliminando toda sombra de complicidad entre élite y representantes políticos, cobra luz un interrogante nuevo pero doblemente perturbador, esto es, que el motivo por el que los líderes convencionales no hacen efectiva la voluntad de la soberanía nacional se circunscribe al miedo a desafiar las prioridades de las élites.

Tal vez la sociedad aún no se haya dado cuenta de que, por ejemplo, la “prioridad absoluta” indicada en el actual artículo 135 de la Constitución Española -el pago de la deuda- no sea a fecha de hoy la más urgente y relevante cuestión. Conocer quién gobierna en realidad a quién y qué catastróficas consecuencias puede ello tener parece ser una información de muchísimo mayor valor.