Si ustedes tuvieran que tipificar de una forma u otra a los miembros del PSOE que votaron la abstención a una próxima legislatura en España presidida por Mariano Rajoy, ¿qué harían? ¿Los considerarían como hombres insensatos o sensatos?
Traemos esta pregunta a colación en relación a una de las más famosas, y supuestamente brillantes, enseñanzas intelectuales del siglo XX: “Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansía morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella”.
A esta alturas de la película algunos de ustedes creerán que Pedro Sánchez pertenece a la primera clase de hombres indicados, con independencia de su propio criterio personal al respecto de la abstención, aunque por ahora nadie le ha visto llegar tan lejos en la defensa de sus causas -por cierto, las que votaron unos cuantos millones de españoles- como para renunciar a la pertenencia de un partido que, “hoy”, a diferencia de “ayer”, se caracteriza en este aspecto por ser, ¡sorpresa!, total y absolutamente antagónico.
Por otro lado, muchos de ustedes pensarán que el perfil de Javier Fernández, el actual presidente de la gestora del PSOE, corresponde al de un hombre sensato, razonable, sosegado -todo esto les parecerá correcto-, pero cuyo modo de vivir respecto a su causa es de todo menos humilde. ¿Hace falta recordar la indignación y el revuelo causados por sus nocturnas “intervenciones” y “manipulaciones” al frente de esa organización de la que Susana Díaz se expresa con tanta comodidad en términos de posesión -“mi organización”, “mi partido”, mi bla, bla, bla…-.
Lo cierto en todo esto es, sin embargo, que ya nadie sabe si dicha organización, la del PSOE, existe solamente como extensión ideológica del PP o como instrumento meramente funcional, es decir, para bloquear y taponar una perentoria y necesaria limpieza de esa clase de corrupción institucional que, tanto el PP como el PSOE, coinciden en que es mejor aislar, aduciendo la defensa de los intereses de España, en cámaras bien selladas del olfato de la sociedad. Y a esto, quizás, es a lo que ellos siempre se refieren cuando dicen, “estar de acuerdo en los asuntos de Estado”.