El primero tiene que ver con la apariencia y la realidad. Nada más. Porque el actual relato político en España nos dice que el PSOE decidirá abstenerse para fortuna y privilegio -inmerecidas- de una nueva ejecutiva del PP. “Por la gobernabilidad de España”, dice la curiosa inscripción que se visualiza en el ladrillo superior del relato, pudiéndose leer también: “la única alternativa sería convocar terceras elecciones”: una especie de “tonto el que lo lea” que reduce a la mayor simplicidad y en un chasquido de dedos el complejo pero múltiple escenario de posibilidades políticas.
El segundo es un pensamiento de pura perplejidad, en el que nos asaltan infinitas cuestiones a cada cual más sorprendente; como que quien decida otorgar esa mal denominada gobernabilidad parezca renegar, al mismo tiempo, de su concesión; como que quien decida otorgar esa mal denominada gobernabilidad parezca iniciar ya un ejercicio de paroxismo inusual antes incluso de que el gobierno haya tomado posesión; como que quien decida otorgar esa mal denominada gobernabilidad muestre tanta prisa por recibir la nominación a la mejor interpretación. ¡Si ni siquiera se ha iniciado la escritura del guión! Porque sí: hay guión. Y actores de sistema. De puro y duro sistema.
El tercero rememora la representación de una pelea y una estrategia. Una pelea por ocupar el supuestamente privilegiado lugar de la oposición; tal es la concepción de estabilidad e incluso de precariedad que todos le conceden al nuevo gobierno presupuesto. O acaso una oposición real es un elemento tan perturbador para el equilibrio institucional. O acaso haya de existir coordinación integral entre gobierno y oposición para vivir, ya, en la hiperrealidad total.
Y por último un pensamiento respecto de la libertad; aquel valor que nadie puso en duda cuando el ex presidente González se disponía, junto con Cebrián, a contar mentiras en la Universidad. “No estoy de acuerdo contigo, pero estaría dispuesto a dar mi vida para defender tu libertad de expresión”. ¿Ah, sí? Hágase valer, pues. Déjese votar libremente el sábado. Exprésese en ese momento cada uno de los diputados con la verdadera voz de su conciencia. Y queden definitivamente retratados, así, los únicos y auténticos rebeldes. “Por el bien de España”.