Lo contaba así el cineasta en su libro de memorias “Mi último suspiro”, al término de una serie de pasajes relacionados con las actividades en propaganda e inteligencia que desarrolló en París para la República española durante la guerra civil.

“Una última historia, la historia de García, mostrará la complejidad de las relaciones que a veces sosteníamos con los fascistas.

García no era más que un bandido, un canalla, pura y simplemente, que se proclamaba socialista. En los primeros meses de la guerra, había creado en Madrid, con un pequeño grupo de asesinos, la siniestra Brigada del Amanecer. Por la mañana temprano, penetraban por la fuerza en una casa burguesa, se llevaban a los hombres «de paseo», violaban a las mujeres y robaban todo cuanto caía al alcance de su mano.

 Yo estaba en París cuando un sindicalista francés que trabajaba, creo, en un hotel vino a decirnos que un español se disponía a embarcar para América del Sur, llevándose consigo una maleta llena de joyas robadas. Se trataba de García, que había salido de España con una fortuna y viajaba con nombre falso. García, a quien los fascistas buscaban ávidamente, era una de las vergüenzas de la República. Transmití al embajador la información del socialista. El barco tenía que hacer escala en Santa Cruz de Tenerife, en poder de los franquistas. El embajador no vaciló en avisarlos a través de una Embajada neutral. A su llegada a Tenerife, García fue reconocido, detenido y ejecutado.”