Últimamente se ha hablado sobre la existencia de dos velocidades en Europa. Se comenta que unas economías europeas son más rápidas que otras o que están más capacitadas para crecer que sus homólogas y se acepta esta dinámica como válida, sobre todo allí donde se supone que van a mayor ritmo. Normalmente las razones esgrimidas para justificar que unos vayan más rápido que el resto son simplísimas. “Hacen mejor los deberes”, dicen, o cosas por el estilo, como si solo existiera una forma de hacer los deberes -por cierto, qué expresión tan sumamente absurda- y lo cierto es que no se profundiza absolutamente nada en los esquemas que en teoría propician la mayor o menor aceleración económica de unos países u otros.

Para desmontar estos argumentos tan de Barrio Sésamo y en los que se insinúa que España integra un supuesto grupo de cabeza en la carrera por liderar la economía europea hemos elaborado unos gráficos sobre la economía española que muestra la evolución del Índice de Costes Laborales vinculado a las cotizaciones empresariales satisfechas tanto en España como en Alemania. Y resulta que ambos países dibujan trayectorias radicalmente distintas.

Como se puede observar, entre 2012 y 2016 los empresarios alemanes han incrementado sus cotizaciones por trabajador un 10,6%, mientras que los españoles tan solo lo han hecho un 0,2%. El incremento medio en la Eurozona es de un 4,3%, luego independientemente del crecimiento económico o no que se pueda conseguir con la aplicación de unas políticas u otras, en cada uno de los Estados de la Unión Europea existen, por lo menos, dos formas diferentes de hacer las cosas. En unos, España, crecer implica complicar la sostenibilidad de su sistema del bienestar. En otros, Alemania entre ellos, crecer es compatible con mejorar el sector público y la protección social. De una cosa no cabe duda. Tal vez Alemania y España compartan el grupo de los que más rápido crecen en términos económicos. Pero en cuanto a sentido patriótico actualmente son radicalmente diferentes.