“Si la gente entendiese cómo funcionan los bancos, creo que habría una revolución mañana por la mañana”.

Pues va a ser que la gente no lo entiende. Nosotros tampoco, ¿alguien por ahí sí?

Nuestra apuesta: el pilar del sistema financiero es el dinero. Y el dinero son trozos de papel que llamamos billetes, porciones de metal que llamamos monedas.

¿Ya es mañana por la mañana?

Poseer esos trozos de papel o porciones de metal lo significa todo. Con ellos se puede adquirir prácticamente cualquier cosa que el ser humano pueda necesitar.

Maslow dijo que en primer lugar necesitamos alimentos, después vivienda, a continuación relaciones afectivas, sociales, etc… Dejaremos para el debate y los comentarios que todo se pueda adquirir mediante dinero, por ejemplo la felicidad, la eternidad, o conceptos de este tipo.

Nos encontramos entonces en un punto en el que, como por arte de magia, esos objetos que a priori parecen insignificantes son la llave para todo tipo de adquisiciones y condiciones de bienestar material e incluso espiritual. Y la razón por la que la gente da por bueno este consenso, ¿está del todo clara? La realidad es que nadie lo cuestiona y esto constituye, hay que admitirlo, el gran primer logro de los ideólogos del sistema financiero.

Pero más. Consideremos la producción de los trozos de papel y las porciones de metal una industria. Por mucho que este asunto parezca arte de magia al final el origen de toda esta cuestión se sitúa en una fábrica. Ahora pensaréis: ¿quién controla su producción? ¿Quiénes son los receptores de la mercancía? ¿Quién decide y vigila la puesta en circulación de esta mercancía tan especial y deseada?

De momento es suficiente con plantear esta serie de preguntas. Sabemos que el dinero sale de algún lado, que alguien ha de fabricarlo y custodiarlo y que a continuación se pone en circulación. El segundo eslabón en la cadena de custodia son los bancos. Llegamos así a otro aspecto curioso, al segundo gran logro del sistema financiero.

Recordamos que el primero fue conseguir que un mero papel o metal tuviera la capacidad de forzar la transacción sobre cualquier mercancía que se pudiera imaginar, incluida la mano de obra, la fuerza de trabajo o el tiempo de vida de cualquier ser humano.

El segundo consiste en que los bancos, poniendo en circulación dinero en forma de préstamos, consigan que los destinatarios de los mismos realicen la devolución íntegra del dinero junto a una suma de dinero adicional. O sea, que prestan trozos de papel y porciones de metal que vuelven a recibir junto a más trozos de papel y porciones de metal.

Fijémonos por último en una cosa. El sistema financiero funciona como lo hacen los flujos. Si lo veis mejor así, el sistema financiero hace que el dinero comience a moverse, por ejemplo, desde la izquierda hacia la derecha, para que, concluido un determinado periodo de tiempo, retorne de nuevo desde la derecha hacia la izquierda -o el lugar de origen-.

Un ejemplo: de los bancos sale el dinero y a los bancos retorna el dinero. Pero con un detalle: de manera incrementada. Mas si el sistema financiero estuviera constituido por un único banco, un único receptor de toda la mercancía dineraria producida. ¿Sería posible esta multiplicación a la que acabamos de aludir?

Dos últimas consideraciones.

La primera; el flujo al que hemos aludido anteriormente, ¿también opera entre la fábrica de billetes y los bancos? Es decir, ¿los bancos también pasan por el aro de la deuda? ¿Qué significaría una respuesta que pudiera ser no? ¿Una revolución?

La segunda y la última, solo para suscriptores.