Son varias y una de ellas es fundamental. Llegados a 2015 España ha conseguido producir, por fin, lo mismo que en 2006. Aún no sabemos lo que es España con exactitud pero convendremos en decirlo -por el momento- así.

Fabuloso. El gráfico del PIB de España se encuentra ya a la altura del existente en 2006. Apuntar tan solo una simple pequeñez. Efectivamente, se ha recuperado el nivel de producción pre-crisis, es decir, volvemos a ser capaces de rodar –nosotros, otro concepto sobre el que también está permitido dudar- a la misma velocidad que antes, pero con un matiz diferencial: ¿dos millones de trabajadores más? No, no. Dos millones de trabajadores menos.

De modo que en este nuevo escenario de recuperación siempre habrá quien se pueda preguntar, entre otras cuestiones -algunas, desde luego, muchísimo peores- lo siguiente: “Si para producir lo mismo que en 2006  ahora no son necesarios 19 millones de trabajadores, sino 17, ¿habrán subido los salarios de esos 17 millones de conseguidores?

Neorrealismos aparte, otro secreto, otra estupidez de la economía española es que ahora pagamos -y en este nosotros ni se te ocurra dudar de que no vayas a estar- una factura de intereses por deuda pública que es 2,25 veces superior a la de 2006. O sea, que si tú -sí, – estabas pagando antes de la crisis unos 13.000 millones de euros al año, ahora estás desenvainando unos 30.000. Que sí, que no me vengas con que en momento dado puede que haya que pagar vacunas contra el ébola o algo incluso todavía más descabellado como tener que contratar a más profesores o médicos para mejorar la enseñanza o la sanidad, porque para eso está el artículo 135. Concretamente, para recordarte que el pago de los intereses de deuda -y su principal, no te olvides- goza de absoluta prioridad.

Por cierto, que en este mismo artículo 135 de la Constitución española también se especifica un límite, uno mediante el cual se prohíbe superar un volumen de deuda pública del 60% sobre el PIB, volumen o límite que, otra vez por cierto, superamos, superan, superas, permanentemente, y, como es natural, lo haces desde el mismo momento en el que, por ciertos de los ciertos, con más rotundidad, aquella famosa -por veraniega- noche de reforma constitucional, tuvieron a bien ciertos amantes del bipartidismo consumar.

¿Y si al margen de estos datos en España también sucede que en estos últimos diez años Alemania ha reducido su factura anual por intereses de deuda pública de 58.500 millones de euros a 35.000? ¿Cómo te quedas? ¿Nada? ¿Y si añadimos, para que también lo sepas, que Alemania, con el doble de deuda que España en términos absolutos, va a acabar pagando en el conjunto de los próximos cinco años una factura por intereses de deuda de 126.000 millones de euros, cuantía que se sitúa por debajo del importe previsto para España, esto es, 143.000 millones de euros con la mitad de deuda, te recuerdo, en cifras absolutas que Alemania?

A ver, que no pasa nada por saber que en el año 2020 Alemania tendrá, según el FMI, un volumen de deuda pública del 58%, y que, por lo tanto, el valor de sus bonos estará por debajo del límite del 60% del PIB indicado en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea -siendo que en 2011 oscilaba en el entorno del 80%-. Tal y como nos estupidizaba el anuncio aquel: «No-Pasa-Nada«, que para llenar la tripa de algún mísero gorrón, ya estaremos, simplemente, tú y yo.