De entre todas las señales argumentales esparcidas por el director norteamericano David Lynch a lo largo de su complejísima película Carretera Perdida, tal vez la de mayor utilidad, al objeto de realizar una desventurada aproximación al desentrañamiento de su hermética y terrible significación, vendría constituida por la aparentemente simple e inocente declaración del personaje principal en un lance de la trama inicial: “me gusta recordar las cosas a mi manera, no necesariamente como sucedieron”.

Más allá de esta ficción, pero manteniendo una rotunda y estrecha conexión con su argumentación, el inexplicable y recientemente desarbolado optimismo gubernamental español alcanzó la semana pasada un máximo histórico con la siguiente manifestación del presidente Rajoy: “las cosas han cambiado. Ya nadie pregunta si vamos a pedir el rescate”.

Efectivamente, la economía española ha cambiado y tal afirmación es innegable atendiendo, entre otros factores, al valor absoluto de los créditos dudosos que arrastra el sistema financiero español desde el estallido de una crisis financiera originariamente mundial. Tales créditos -los mismos que en relación a los créditos totales concedidos por la banca conforman el  valor de la archiconocida tasa de mora del sector financiero español- no alcanzaban, en marzo de 2007, los 12.000 millones de euros. Es decir, una cifra quince veces menor que la anotada en el penúltimo trimestre de 2012; 182.226 millones de euros.

Tal y como se puede observar en el gráfico inicial, donde se representa la evolución en valores absolutos de los principales componentes del crédito dudoso de la economía nacional, las actividades empresariales ligadas al sector inmobiliario y de la construcción, junto a los créditos obtenidos por los hogares para la adquisición y rehabilitación de vivienda representaron los segmentos más problemáticos en el sector bancario español, agrupando en conjunto más del 70% de la totalidad de los créditos dudosos de las actividades productivas y de los hogares en el tercer trimestre de 2012.

En conjunto, dichos segmentos, exponentes máximos de la burbuja del ladrillo español, constituyeron en ese penúltimo trimestre de 2012 un problema de 131.358 millones de euros; un problema, por lo tanto, muy superior al que representaban en marzo de 2007, esto es, el 51 % de los créditos dudosos totales (4.211 millones de euros).

Composición Créditos Dudosos. Actividades Inmobiliarias. Construcción. Vivienda

Así, la irrupción del desajuste en el sector inmobiliario español se produjo a partir de una cifra de escaso o irrelevante valor, para ir adquiriendo con el paso del tiempo un volumen de una relevancia superior.

Sin embargo, este volumen experimentó hace unos meses una contracción, por primera vez en España desde el inicio de la crisis financiera internacional. Y ello ocurrió tras la recepción, en diciembre de 2012, de un importe de 39.468 millones de euros procedente del “fondo de rescate de la Eurozona”, importe que acto seguido fue inyectado en la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria -la SAREB, o el denominado banco malo- al objeto de sanear la banca española nacionalizada (BFA/Bankia, Catalunya Caixa, NCG Banco y Banco de Valencia).

Por lo tanto, solamente como consecuencia de la recepción de estos 39.468 millones de euros –en forma de más deuda pública para el sector público español- surgió la ruptura en la evolución ascendente, e imparable, del crédito dudoso de las actividades inmobiliarias españolas mostrada en el gráfico inicial.

¿Qué rayos podría entonces significar la segunda parte de la afirmación de Rajoy, aquélla en la que apuntaba que “ya nadie pregunta si vamos a pedir el rescate”?

Tal vez el presidente de España, del mismo modo que el protagonista de la citada película inicial, se encuentre sufriendo ya su particular degradación de la realidad, justo tras haber puesto en marcha a toda velocidad su propia fuga mental por la senda  de una «carretera perdida» mucho más ficticia que la original.