El reciente informe del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca sobre los males del socialismo ha generado un gran ridículo, y con razón. Se reduce a algo así como “¿Quieres Medicare -asistencia sanitaria universal- para todos; ancianos, jóvenes…? Vale, entonces ¿qué hay de las cosas terribles que sucedieron con Mao Zedong?» Vaya caricatura.
Sea como sea, uno de los temas tratados en el informe ha llegado incluso a suscitar el interés de los liberales, a saber, el funcionamiento de las economías nórdicas, que son vistas como modelos a seguir por los estadounidenses progresistas. El informe señala que el PIB real per cápita de estos países de la economía europea es inferior al de los EE. UU., lo que prueba el enorme coste que representan los países con estados de bienestar expansivos.
Pero, ¿es correcto realizar una valoración negativa de las economías nórdicas aludiendo a esta información? Eso no está del todo claro. El dato del PIB per cápita oculta dos puntos importantes. Primero, cualquier análisis de las personas de la parte inferior de la distribución de ingresos indica que en las sociedades nórdicas su situación es mucho mejor que en Estados Unidos. Es decir, hay mucha menos pobreza en Escandinavia, y como, además, su probabilidad de caer en el escalafón de menor renta es baja, el riesgo de padecer pobreza es más bajo en una proporción mucho mayor de la población.
Segundo, gran parte de su brecha en el PIB real representa una elección, no un coste. Los trabajadores nórdicos tienen muchas más vacaciones, mucho más tiempo para la familia y el ocio que sus homólogos en la denominada «nación sin vacaciones», es decir, Estados Unidos.
Así que he pensado que podría ser útil reunir información acerca de la situación comparativa real entre las economías nórdicas y la de los EE. UU.
En primer lugar, los nórdicos han tomado decisiones realmente diferentes en lo que respecta a políticas públicas. Es cierto que no son «socialistas», entendiendo esto como que el gobierno controla los medios de producción, pero son bastante socialdemócratas: como muestra el gráfico 1, tienen impuestos altos, que financian beneficios sociales mucho más generosos que los que hay en EE.UU. También tienen políticas sobre salarios, horas de trabajo, etc., que inclinan el equilibrio hacia los trabajadores en varias dimensiones.
Entonces, ¿cómo afectan estas decisiones políticas a los individuos? El gráfico 2, elaborado con la ayuda de mi colega del Centro Stone, Janet Gornick, muestra el contraste de los ingresos en los diferentes percentiles de la distribución de los ingresos entre los países de Dinamarca y Finlandia y el de EE. UU. (Se trata de ingresos familiares «equivalentes» ajustados por el tamaño del hogar. Desafortunadamente, por alguna extraña razón de tipo legal, el Centro LIS no tiene cifras recientes de Suecia, aunque probablemente se parezcan) Claramente, las economías nórdicas son mejores para las familias de bajos ingresos, aproximadamente en el 30% inferior de la población.
Pero aún quedan más peculiaridades por señalarse, porque estos datos no incluyen beneficios «en especie» como la atención médica y la educación. Todos los países nórdicos tienen atención médica universal, no solo de pago individual, sino en su mayoría de provisión directa por parte del gobierno (también conocida como «medicina socializada»). Esto contrasta con los Estados Unidos donde, especialmente antes de que entrara en vigor la Affordable Care Act, la carencia de cobertura sanitaria era algo común incluso para las familias con ingresos medios.
La educación nórdica también carece de la evidente desigualdad en calidad, tan característica del sistema estadounidense.
Y una vez que tienes en cuenta todo este conjunto de beneficios, es probable que al menos el 50% de la población nórdica ya esté materialmente mejor que su homóloga en EE. UU. Pero ¿qué pasa con la mitad superior?
Como señala el CEA, el PIB real per cápita es más bajo en los países nórdicos que en los Estados Unidos, y eso se refleja en la parte baja de la mitad superior de la distribución del ingreso. Pero vale la pena ver por qué el PIB es más bajo.
El cuadro 3 muestra la comparativa del PIB real per cápita en Dinamarca, Finlandia y Suecia con los EE. UU. Y las razones de esa diferencia. Resulta que una gran parte de la diferencia, en el caso de Dinamarca, más que en ningún otro caso, proviene de un menor número de horas trabajadas anualmente por trabajador. Esto “no” se produce por que haya población subempleada. En cambio, es una consecuencia de la política: todos los países nórdicos requieren que los empleadores otorguen a los trabajadores un mínimo de 25 días de vacaciones pagadas cada año, mientras que los Estados Unidos no conceden permiso alguno a sus trabajadores en este sentido.
Una vez que se tienen en cuenta las vacaciones, Dinamarca y Suecia tienen un aspecto estadístico comparable al desempeño de Estados Unidos. Finlandia se ve peor, pero esto es un caso especial: la economía finlandesa ha estado enferma durante varios años, no por el socialismo, sino porque sus dos principales exportaciones, Nokia y madera, se vieron muy afectadas por el cambio tecnológico, y la pertenencia al euro ha dificultado el ajuste.
La clave de las comparativas de bienestar reside en que si bien las familias nórdicas situadas en el percentil 60 de la distribución de ingresos tienen un poder adquisitivo más bajo que sus homólogos estadounidenses, también tienen mucho más tiempo libre y posiblemente un mejor equilibrio entre la vida laboral y familiar. ¿Están realmente peor? Se puede demostrar que, teniendo en cuenta todo lo comentado anteriormente, la mayoría de los ciudadanos nórdicos están mejor que los estadounidenses.
Y por lo visto, ellos también lo creen. La OCDE publica resultados de encuestas de “satisfacción con la vida”; todas las naciones nórdicas se ubican por encima de los EE. UU. Variables objetivas como la esperanza de vida y las tasas de mortalidad también son mucho mejores en Escandinavia.
La conclusión es que el PIB per cápita real no lo es todo, y que esta variable económica no ha de emplearse superfluamente para juzgar cómo funciona la socialdemocracia en Escandinavia.
Artículo escrito por Paul Krugman originalmente publicado en inglés en The New York Times
Lo que no se menciona es que esos paises tienen muchos puestos de trabajo altamente calificados dentro de la industria de la guerra desde los tiempos de la Guerra Fria.